27 julio 2007

Romance de frontera

Eran tiempos de bonanza en el reino de Granada. La frontera estaba entre Antequera cristiana y Archidona mora. Los tejedores de los batanes de Antequera iban a vender sus mantas al mercado de Archidona. En lo que hoy en día es la plaza Ochavada, se montaban los tenderetes los jueves de cada semana. Allí acudía Rodrigo con sus bellas mantas de lana. Las ovejas que pastaban en el Torcal, daban unas lanas sedosas, de pelo largo, muy aptas para tejer y los batanes del río de la Villa, daban tal apresto a los tejidos que la venta estaba asegurada en todo el reino fronterizo.
Un día claro de otoño, apareció Fátima por el mercado, y nada más verla, Rodrigo quedó prendado de sus andares. El garbo y lozanía que desprendía, cambió el aire de la plaza, y lo que se temía Rodrigo, fue a pararse justo delante de sus mantas.
Desde el momento en que cruzaron sus miradas quedaron atónitos, y sin habla se lo dijeron todo.
Ya Fátima no dormía, esperando el jueves en que vería a su amado Rodrigo. Ese día usaba su mejor alheña y con sus ojos tan grandes como bellos se encaminaba al mercado.
Los amores de Fátima y Rodrigo se hicieron tan evidentes que llegaron a ser públicos en toda la frontera de la vega de Antequera.
A pesar de que la familia de Rodrigo intentó todos los remedios de alcahuetas y celestinas, Rodrigo cada día estaba más enamorado de su Fátima y solo pensaba en tejer las más bellas mantas para su enamorada.
A Fátima le ocurría otro tanto, y aunque no podía vivir sin ver a su Rodrigo, su familia no le permitía salir los jueves al mercado.
Cuando las citas se hicieron difíciles acudieron a la intermediación del buhonero Abderramán para otros Ramón Román. Este les preparó una cita en el ejido, al lado de la puerta de Málaga en la misma muralla antequerana. Era el lugar donde los arrieros de la costa vendían el pescado que traían por la ruta de Alozaina y el puerto de la Boca del Asno. Entre el barullo de comerciantes y clientes pasarían desapercibidos. Otras veces les conseguía un encuentro en el almijar de Archidona, donde en ese tiempo se ponían las uvas pasas a secar y todas las tardes acudían las mozas a dar la vuelta a los racimos.
Llegó un momento en que ni Ramón les podía ayudar y acordaron huir por la Peña de Antequera. Desde entonces no se sabe nada de ellos.
Algunos dicen haberlos visto rondar por los alrededores del cerro de la ermita de Archidona, donde la mezquita, hoy iglesia, conserva los arcos de herradura y columnas primitivas.
Lo que si es cierto, es que en el centro de la vega de Antequera, aún perdura la Peña de los Enamorados, donde según la leyenda, se despeñaron Fátima y Rodrigo por culpa de sus amores desafortunados

2 comentarios:

Cabreher dijo...

Bonita y triste historia a la vez, pero en aquellos lejanos tiempos, y no tan lejanos, estas cosan pasaban por prejuicios sociales, políticos o religiosos, lo que fue causa de perdición para muchos enamorados.

Sinceramente, yo no llegué a tanto, ya que sigo vivo, pero sí pasé un calvario y perdí a la mujer que amaba por razones parecidas.

Amigo Piedra, como siempre, después de leerte, me queda el regusto de haber leído algo especial. Un abrazo

Roberto Iza Valdés dijo...

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