13 julio 2009

Cuento de Kendra y Enriqueta


Érase una vez un bosque azul, un sillón verde, un plato lleno de nubes y un corazón tan grande que ni la ansiedad por lo desconocido le era indiferente.
Mi niña quiere que le cuente un cuento en el que los pájaros sean rojos, las ardillas amarillas y los sueños de color verde; un cuento en el que el viejo rey sea el príncipe y la princesa tenga coletas blancas con pendientes de coral trasparente, ni rojo ni amarillo ni verde.
Un cuento de colores y colorines brillantes, que haga envidiar al arco iris de la mar, aquella mar amarilla y roja que se adivina por poniente en los días de luna verde.
Mi niña está enamorada de la luna verde, y el príncipe encantado duerme con la rana entreverada en el bosque, entre barrancas y pendientes, de las que sueña mi niña al ver caer la tarde con el sol azul antes de esconderse.
El cuento dice así:
Érase una vez una abuela de pelo añil que tenía una niña rubia, de pelo dorado como el oro, y en los días de abril subían al caballo bayo, sin montura ni bocado, para correr entre ceibas azules por los bosques de ensueño en las islas de ultramar: donde ni la mar es de azul marino, ni el cielo de azul celeste, ni las nubes son blancas como la nieve.
En la isla la nieve era verde, el cielo amarillo, la mar blanca y la tierra de muchos colores, tan claros y luminosos que al mirar se veían del revés, el verde parecía azul, el amarillo violeta y el rojo, a veces, era blanco como la nieve del país de los sueños derechos.
En la isla, la abuela soñaba con su nieta de ojos azules, piel de nácar, pelo luminoso como el metal y dientes de marfil; soñaba con cabalgar en los caballos tordos, por los caminos no transitados ni andados, correr al trote limpio por las playas de arena negra brillante y agua verde esmeralda, entre tunas de higos rojos o morados, con flores amarillas y rosadas; rocas azules y tierras con vides verdes escondidas. Tan escondidas que sólo las veían las niñas que cabalgaban con sus abuelas en las tardes claras, cuando el levante no soplaba y la mar quedaba en calma como un lago verde casi esmeralda.
Hoy la niña Kendra cabalga con su abuela grande Enriqueta, entre araucarias altas y ceibas azules y blancas.
La abuela está feliz, muy contenta. Ya corren por las tierras pardas, bajo la luna verde de cielos amarillos y noches claras, plenas de luz, como en el alba.

Fotografía: Enriqueta y Kendra.

10 comentarios:

Rafa pabernosmatao dijo...

Esto se llama flipar en colores... y el Plús pal salón.
Un abrazo
Rafa

Miguel Bueno dijo...

Colorido cuento donde los haya! Un beso blanco y grande de tu nieta Kendra y de sus papis.

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Rafa, siempre el primero, gracias.
He puesto la silla bajo la higuera para que te vengas a descansar.
Expresiones

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Miguel, un beso muy grande. Os esperamos.

Anónimo dijo...

Mi querido Miguel: la paleta de colores de tus sentimientos vuelan sin límites por los senderos de la vida y los caminos del alma.
Qué belleza de imagen, que pureza de ojos, cuánta historia y cuánto por escribir.
Para mi querida Enriqueta todo mi amor y mis deseos plenos de vida y alegría con el collar de amor de sus hijos que se nota en su rostro.
Para Kendra un barrilete grande , grande con una cola de chupaletas y globos para jugar... y en ese juego cruzarse con Áyobe y volar, volar y que sus risas sean lluvias de estrellas en el cielo de Nerja.
Para Mariana todo mi cariño . Dile que mamá está tal cual ella la vio.
Para Mary y para ti todo mi más sincero cariño .
Un abrazo mi querido primo
Susana

Anónimo dijo...

¡Ay!si pudiera plasmar tanto contenido,tanto colorido,y tanto cariño en un cuadro de los mios,lo haria, y te lo regalaria.Pero me temo que no llegaria a tu altura.Que bonito lo que escribes,cuñaooooo.Un beso Conchy

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Gracias mi querida Susana. Hoy festejamos el santo de mi madre y esperamos que venga Encarna con su hija. Tambien le daré recuerdos tuyos.
Mi hermana está de viaje por los fiordos noruegos con su marido y las niñas, volverá a Nerja para agosto.
Me alegra que tu madre se mantenga igual, eso es un disfrute.
Un abrazo
Miguel

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Conchy, por fin te has soltado a comentar, es muy bonito, gracias. A ver si te atreves a pintar un cuadro para Kendra.
Un abrazo
Piedra

Cris dijo...

Indudablemente abuela y nieta ven sus paisajes con los colores del alma, esos con los que pintamos el lienzo de nuestra vida, hermoso cuento Miguel! Cariños

Nacida en África dijo...

Es bellísimo, Miguel.Gracias por haberme traido aquí y tienes razón: Dedicado también a los abuelitos que se desviven por sus nietos.

Brisas y besos.

Malena

P.D/ Es una foto preciosa. Cuando yo tenga una nieta te enviaré su fotografía :)